Un boceto de Roque Vega
LA ÚLTIMA VIOLETA
Por don Pedro
de Mendoza hacia Necochea,
la niebla
trasnocha el puente silenciando el paisaje.
El piringundín
transita una noche más.
Un fueye gime
tangos presagiando la mañana. En frenética danza todos intentan retener la
magia del lugar bebiendo el último resto
de soledad.
Olga, simula
una sonrisa, entrega el ramo de violetas. La mujer lo toma sin dejar de abrazar
al circunstancial amigo. Este, sin levantar la vista deja varias monedas sobre
la mesa.
Olga agradece,
retirándose hacia el fondo del salón.
-¡Violetas!
¡Violetas señor!
¡Violetas para
una bella dama!
Andrés, entre
besos y caricias solo vio la mano de la mujer tomando el dinero.
Ahora, la observa alejarse entre humo y risas.
-¡Otra copa!
Dice su amiga sin dejar de besarlo.
Andrés mira hacia el fondo del salón, sabe que es
ella. Bebe el champán fantaseando la caricia del recuerdo.
Es madrugada.
Paso lento,
manos en los bolsillos. El frio lo obliga
a levantar el cuello del sobretodo. Hoy al igual que ayer, busca su
esquina ¡Necesita apoyar el cansancio
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