Aninés Macadam - editora - aninesmacadam@gmail.com

martes, 17 de octubre de 2017

Trementinaires

Curiosidades
Trementinaires
No hace muchos años, algunas curanderas de la comarca de el Alt Urgell, (una zona de montaña de Catalunya) recorrían a pie decenas de kilómetros para llevar a las masías de los alrededores hierbas y productos curativos.
El oficio de trementinaire ya es historia, aunque no esté escrita. Y es que esas mujeres no dejaron nunca ningún testimonio escrito que demostrara que este oficio existió realmente. Todo lo que sabemos de ellas y su trabajo nos ha llegado por transmisión oral, a través del recuerdo de la gente de la zona, sobre todo hijas y nietas de trementinaires, y de la gente de fuera del valle que las veía pasar o que las alojaba en su casa.
Por eso me interesa recuperarlas y difundir desde mi blog el viejo oficio femenino de trementinaire, un ejercicio de sabiduría fruto de la tradición popular.
La presión demográfica de mediados del siglo XIX provocó el éxodo estacional de muchos hombres y mujeres de estos valles hacia zonas más ricas. Y fue en este marco de desmembración social que muchas mujeres del valle se dedicaron a extraer de esta tierra áspera y poco agradecida un medio para sobrevivir. Caminando y cargadas de hierbas y aceites, irían “curando y curando todos los males” por tierras catalanas. De modo que parece que fue a mediados del siglo XIX cuando se iniciaron los primeros viajes de las trementinaires; de hecho, la memoria colectiva no tiene constancia de la existencia de esta ocupación antes del 1875.
El conocimiento de las plantas, sus virtudes medicinales y los procesos de elaboración de remedios ancestrales adquiridos por transmisión oral, fueron, entre otros, los factores que las motivaron a ejercer este nuevo oficio.
Este oficio absorbió a la mayor parte de la población femenina del valle durante más de cien años.
Marchaban una o dos veces al año y podían estar fuera desde unos pocos días hasta cuatro meses. La mayoría de las trementinaires seguían siempre la misma ruta, puesto que la gente de la mayor parte de las masías donde iban eran sus clientes años tras año. No acostumbraban a entrar a las grandes ciudades ni frecuentaban los mercados por vender sus remedios puesto que utilizaban una relación más personal y directa con la gente.

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