Boceto de Roque Vega
EL PORTÓN DE LAS GLICINAS
En el viejo conventillo de la
calle Palos, a través de la amarillenta cortina tejida al crochet se
filtra el sol. Amelia, distrae su labor posando la vista sobre los
extraños arabescos que este deja sobre el piso.
Andrés cruza el patio hacia su pieza: - ¡Me voy a jugar! ¡Vieja, agarro
el bolso y me voy! Dice al pasar.
-¡Andrés! ¿Te vas sin comer? ¡Te hago una taza de leche!
-¡Gracias, estoy apurado! Responde desde su pieza.
-¡Como quieras! … ¡No me cuesta nada preparar la leche! ¡Es un minuto!
-Gracias no se preocupe! ¡Con Ricardo siempre picamos algo
antes de ir a laburar!
Amelia sonríe: ¡Este Andrés! ¡Esa pelota! Retoma su labor.
Aguja arriba, agua abajo.
Recuerda la noche que Andrés llegó al conventillo.
El gringo Vicente lo trajo, estaba acurrucado a la puerta del
bodegón:
-¡Doña Amelia! ¡Doña Amelia! ¡Hay que llamar al médico. Tenía a
Andrés entre sus brazos apretándolo contra el pecho en el intento de
frenar el temblor del chico.
Aguja arriba, aguja abajo
esa noche lluvia, viento, y frío.
-¡Congestión! Diagnosticó el médico al retirarse. Deben darle estos
medicamentos.
La Luppe los sacó del apuro. Regresaba del laburo. Traía algo de guita,
y así, con brillos y lentejuelas, fue con Vicente a la farmacia.
Cuento completo:
https://roquevegaletras.blogspot.com.ar/2013/02/el-porton-de-las-glicinas.html#comment-form
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