Aninés Macadam - editora - aninesmacadam@gmail.com

sábado, 2 de julio de 2011

Desandando amaneceres

“DESANDANDO AMANECERES”

(Monólogo para un gurí enamorado)

En la casa de Corrientes, Buenos Aires, escuché por primera

vez el bello tema de Mateo Villalba y Goyo Hanson “Florinda de Enero” Inmediatamente, escribí estas líneas inspirado en él. 

  “La avenida,  ese recto camino que lleva al adiós,

finaliza en la terminal de micros.

Una a una, se encienden las luces del paisaje, en el 
somnoliento atardecer, que deja  presentir la noche no deseada”

Roque Vega

Personajes:

Juan:   Joven de  veinte años. Empleado del almacén.

Ramón: Unos años mayor que Juan, amigo y compañero de trabajo.

Don Camilo (Voz en Off): Dueño del almacén

Acción:

(Derecha  e izquierda del público)

En la trastienda de un almacén de pueblo.
A foro, perdida entre  bolsas y cajas con mercadería, una ventana.
A la izquierda, casi en proscenio, una destartalada mesa cubierta por cajas de varios tamaños. Junto a esta, tres sillas  con asiento de paja. 

Está anocheciendo.
Juan: - (Está mirando a través de la ventana. Gira, se acerca a la mesa donde Ramón está  ordenando mercadería. Y, como quien continúa una conversación apenas interrumpida, se acerca a la mesa)
-Ramón, fue así. Con las manos apretadas  recorrimos el camino.
Ambos lo percibimos, flotaba la sensación del prolongado abrazo, antes de bajar  deifnitivamente esos escalones.

-Llegamos, dijo.
Y sin más bajé del coche, alcé la maleta.
Nos miramos un segundo, de, no sé, cuanto tiempo,

“Recuerda, paisaje orillero,
quemaba la siesta, dejabas mi pueblo”

-Miles de imágenes, sensaciones, recuerdos, (tocándose el pecho), y esa lejana acordeona que no cesaba de sonar.

-Apretándome las manos me dijo:
-Tal cual lo pactado gurí, sin palabras, lágrimas ni emociones.

-Así la vi desaparecer rumbo al micro.

Don Camilo: - (Voz en off)  ¡Juan, hay que llevar dos pedidos enseguida!

Juan: - ¡Un segundo don Camilo! ¡ya voy!

(Retoma la conversación)

-Después, después Ramón, desandé el camino que unos minutos antes  hiciéramos juntos.
Ya era  noche, (vuelve a tocarse el pecho), flotaba en cada rincón la cadencia de la acordeona, en la recurrente melodía que de pronto se me antojó lejana, como si ya hubiese pasado mucho tiempo.

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