La última violeta
Un boceto de Roque Vega
La cadencia del bandoneón trasnocha tangos. El humo desluce las pesadas cortinas del palco de la orquesta, presagiando la mañana.
Muchos,
intentan retener la gastada magia del
lugar bebiendo el último resto de soledad.
Olga, se acerca simulando una sonrisa, entrega el ramo de violetas.
La mujer lo toma. Abraza a su compañero agradeciendo la gentileza.
Quien, sin levantar la vista, deja varias monedas sobre la mesa.
Agradece tomando el dinero, se retira hacia el fondo del salón.
Olga, se acerca simulando una sonrisa, entrega el ramo de violetas.
La mujer lo toma. Abraza a su compañero agradeciendo la gentileza.
Quien, sin levantar la vista, deja varias monedas sobre la mesa.
Agradece tomando el dinero, se retira hacia el fondo del salón.
-¡Violetas,
Violetas señor para una bella
dama!
Andrés,
entre besos y caricias, solo vio las manos de la mujer tomando el dinero. La observa alejarse,
perdiéndose finalmente entre groseros gritos, humo y risas.
-¡Otra
copa! Dice su amiga sin dejar de besarlo.
Este
mira hacia la puerta, bebe el champán fantaseando la caricia del recuerdo.
Es
madrugada, el frío lo obliga a levantar el cuello del sobretodo. Noche a noche
en su cotidiano y vacío regreso la vida
queda atrás. Hoy al igual que ayer, busca su esquina ¡La de aquel tiempo!
¡Necesita apoyar el cansancio!
-¿La
viste? ¡Es un minón! ¡La rubia,
esa, la del portón!
¡Si! ¡Te lo dije ayer flaco!
¡Un
minón, a la tarde, sale a la tarde! ¡Que mina!
Limpia
las rodillas y el pantalón cubiertos de tierra. Debajo el brazo trae la pelota.
Dos
pasos más atrás, dejando el baldío y olvidando el gol o tal vez ese que no fue
penal, Chaco y el tano murmuran sobre el rayo de sol que enmarca el rostro de la piba.
Andrés,
calla haciendo una mueca que simula risa.
-¡Me
lo dijo Carlos, se mudó hace unos días! ¡Es medio engrupida, no chamuya con
nadie!
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