EL CHICO DEL TEATRO
(Memorias de mi cuaderno)
Me contó la historia de su familia,
cuatro generaciones viviendo dentro de un teatro, quedé fascinado.
Escribí estas líneas, intentando reflejar esa inmensa experiencia de vida.
He llegando a la conclusión, que, estoy absolutamente de acuerdo
con el pedido del periodista.
Roque Vega
Los grandes carteles anunciaban el estreno, varias veces posó la mirada sobre ellos.
Infinitos recuerdos cruzaban su mente. El estreno, tantas veces postergado, finalmente había llegado.
Esa tarde, al salir de su oficina, se dirigió directamente al camarín.
Dejó los guiones sobre el tocador. El espejo le devolvió la sonrisa. Acomodó su camisa y se dirigió, a través del pasillo de los palcos, hacia el boliche del teatro.
Con su gesto habitual saludó a los actores, que, allá, cerca del mostrador habían juntado tres mesas.
Conversación llena de expectativas, sugerencias puntales y muchas ganas de disfrutar el momento tan deseado.
-Haremos un repaso de las escenas finales del primer acto, ajustaremos detalles, les comentó mientras bebía el café.
Acomodó dos sillas, tomó distancia verificando que todo esté en orden.
Girando, señaló la cabina, ordenó el encendido de las luces.
Su asistente, aceleró los pasos hacia el fondo de la sala. Desde allá vería la escena. No quería perder, el más mínino detalle.
Desde el fondo de la sala lo vio ir hacia el control de sonido.
Ambos sabían de la larga espera, del inmenso caudal de sueños puestos en este día.
Un segundo después, el director entró al escenario hojeando el libreto.
Con una seña preguntó al asistente, si todo estaba en orden.
-Todo en orden, respondió este, desde el fondo de la sala.
Agradeció, luego se acercó al proscenio, por un segundo creyó escuchar voces.
Nació y se crió ahí, entre esos palcos, cientos de veces corrió por la platea.
Se lo conocía como, el chico del teatro.
Miró cada rincón de la sala, queriendo redescubrirlos.
Al alzar la vista, comprobó que tía Luisa le sonreía.
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