Aninés Macadam - editora - aninesmacadam@gmail.com

jueves, 16 de junio de 2011

Bordeando el naranjal

BORDEANDO EL NARANJAL

Inspirado en “Camino del Arenal”


“Si hasta las auroras, me traen recuerdos
de aquella tarde, que yo te juré volver”


A través del ventanal, apenas se presentían los bordes de la ciudad.

A lo largo de la tarde, la niebla, giró del azul al gris. Luego, la lluvia jugó a invertir  imágenes en cada esquina.

Caminó hasta la mesita. Encendió la lámpara. Bebió hasta vaciar la copa.

Una vez más regresó al ventanal. La lluvia mecía el paisaje. El viento, traía  rumores y aromas de otros tiempos.

Giró, su mirada se perdió sobre el mueble de las fotos. Sobre él, estaban todos los tiempos.

La vista se detuvo sobre esa foto;  por un instante, la mente lo trasportó allá:
¡Era verano! El siestero sol, abrazando la tierra, jugaba de rama en rama traspasando los árboles. Bajó del carro, abrió la tranquera y corriendo se cobijó bajo el alero.

Sintió sed. Llenó la copa.

Sobre un costado del sillón, el periódico abierto, dejaba ver la nota que dos días antes  le habían hecho.

Se dejó caer sobre los mullidos almohadones, bebió lentamente.

Cuando regresó a su realidad, la tarde  había borrado el horizonte, dejando  
apenas, presentir  las lejanas  y titilantes luces.

Lo sobresaltó la muchacha:

-Señor, he puesto las maletas en el palier.

-El abrigo y las dos cajas, están sobre el asiento trasero del coche.

-Gracias, respondió. Continuó con la vista sobre esa foto.

Casi en un susurro preguntó a la muchacha:

- ¿A que hora llega Alfredo?

- A las nueve, señor.

- Me dijo, que, en cuanto salía de la redacción venía directamente aquí.

- Gracias.

-¿Cenará algo el señor? preguntó la muchacha

-No,  cenaremos por el camino.

-Puede retirarse, todo está bien.

Al quedar solo, se acercó al mueble de las fotos. Posó su vista  sobre  esa, la que estaba junto a la tranquera, guitarra en mano.

Por un segundo se confundió con el paisaje. La gurisada, jugaba y  corría  en patas bajo el ardiente  sol de la tarde.

La foto la tomó aquel día, cuando, con su primo, cabalgaron hasta el azulado humo de las parvas, allá, sobre del horizonte.

Ese día rieron, bromas y más bromas entre sus fantasías pueblerinas.

Rieron imaginando: ¿como será la vida allá? en la ciudad grande. ¿Como se vivirá el éxito? ¿Como  se disfruta el triunfo?

Sonrió  al recordar el sabor de la tarde, aquella, la de los sueños de éxitos.

¡Sí! en esa época, miles de pájaros levantaban vuelo desde arroyo hacia el verano.

Se acercó al ventanal, la lluvia  continuaba danzando  tras los cristales.

Su mirada se hundió en el lejano e incierto horizonte. De pronto se sumergió en aquellos atardeceres, cuando cabalgaba con la urgencia de la llegada.

Día tras día lo esperó  junto a la tranquera.

Cuando el verano embriagaba el paisaje. El abrazo y luego, allá, junto al sauzal el prolongado tiempo de besos.

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