Aninés Macadam - editora - aninesmacadam@gmail.com

domingo, 26 de julio de 2015

Calles olvidadas

Un dibujo de Roque Vega, el mismo inspiró el cuento Calles olvidadas.

 Calles olvidadas

-Vos como un duque, ¡cómo lo que sos! , dijo la Olga mientras le acomodaba el nudo de la corbata

Juan intentó decir algo. Ella continuó.

-Te sonreís ¿entendés  Juan? , te sonreís, siempre.

-Ni una palabra demás… ¡Un duque!

-No te emocionas por nada,  sos un tipo duro, tranqui, un hombre de mundo
-¡Y vaya si lo sos!  ¡Vaya si lo recorriste!

-No tengas apuro por regresar.

-Si hay otra vuelta de whisky, o un café más, vos tranqui  Juan, ¡te quedás!

-¡Vos decidís! No tenés que dar explicaciones ¡entendido Juan!

-Ya sabés,  en cuanto veas que la cosa está por terminar, me llamás,
arreglo con el trompa, y te mando al pibe  del laburo.

¡Un dandy Juan, un dandy!

Salió de la pieza, apoyó la puerta sin  ponerle llave.
El perro, estaba echado junto a la pileta de lavar.
-¡Nos vemos! le dijo,  el animal apenas si movió las orejas.

Lentamente cruzó el largo pasillo que finalizaba en la destartalada puerta,  esa puerta, con algún recuerdo de viejas pinturas.

Hacía mucho que recorría el pasillo sin mirar  el patio, prefería ignorar.
Las piezas vacías  y la pared con menos revoque que pintura.
Macetones  sin plantas, y alguna seca rama de la enredadera, aferrada a la delgada columna del alero.
Y allá, casi llegando a la salida, un vano recuerdo del parral.

-¡No sé para que se le ocurre que nos juntemos! Pensó mientras cerraba la puerta.

El tenue silencio  entrecruzaba las veredas. El barrio  más callado, la cortada le pareció más silenciosa.
Cruzó  la calle. La luz del bar,  iluminaba un ángulo de la vereda, justo sobre la esquina.
Un par de mesas afuera y esa pareja que  sonreía.

-Hace tanto, que, ya da igual.
- ¿Para qué? no lo entiendo.
-Si yo  estaba tranquilo, finalmente en mi lugar. 

-¡Ya fue todo eso! ¡Hablar de  cosas viejas!  ¡No sé para que!

Cruzó frente al bar, saludó al gaita: - ¡ya sabes... no! - ¿Entendiste?

El gaita, haciendo una seña lo tranquilizó.

- Eh, gaita, no te olvides, cuando venga el Antonio, cinco y cinco ,al burro y las plantas, en las dos, a la  cabeza.

Sonriendo se despidieron.

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